Agentes:
Memoria
La principal intención del proyecto es poner en valor el lugar donde nos situamos, potenciando su condición de límite con el paisaje. Situado en un entorno turístico, a menudo éstos sobrecargados de información, el nuevo mirador trata de ser una presencia “silenciosa” que permita que sea el lugar quien hable. Una geometría sencilla, clara, de proporciones acorde al objetivo, y con una sección escalonada que elimine cualquier obstáculo en el límite, estableciendo una continuidad con el paisaje y permitiendo la percepción libre del horizonte.
El límite, como elemento estructurador del mirador, no es una línea, una barandilla, sino que tiene grosor. Es un graderío, un umbral que, a la vez, enmarca el vacío y permite multiplicar las posibilidades de uso. El cual gira para integrar, un nivel más abajo, los espacios de niños y deporte, minimizando la presencia de los aparatos frente a las vistas. Paralelo a este giro, una rampa permite la accesibilidad hasta el borde.
La vegetación, situada principalmente en las franjas laterales, ejerce de continuidad del talud hasta la calle. Flanquea así la plaza tratando de abstraernos de los vecinos, y a la vez, generando zonas de sombra. El vacío del nivel principal, solo punteado por algunos árboles, con una estética de pocos elementos como los paisajes semiáridos de esta zona de la isla, ayuda a esta percepción de profundidad del paisaje y es, a su vez, un espacio flexible que permita algún acto, la ubicación de un posible quiosco, pérgola…
De noche, la iluminación trata de acentuar estas ideas. Los desniveles parecen flotar gracias a la iluminación indirecta, algunos focos puntuales iluminan los elementos más necesarios, y unas pequeñas luminarias empotradas en el pavimento conforman una iluminación análoga a la del panorama, “atrapando” en primer plano las luces lejanas.
Localización: