Centro Cultural Pepe Dámaso en La Isleta, Las Palmas de Gran Canaria

Ubicación
Calle Benecharo, 51, La Isleta. 35009 Las Palmas de Gran Canaria
Año de terminación
2011
Superficie total construida
498,40 m2

Agentes:

Arquitecto
Lorenzo M. Suárez Santana
Arquitecto (estructura)
Manuel Hernández Pérez
Arquitecto (dirección)
Juan Suárez Ramírez
Arquitecto colaborador
Javier Hernández Sánchez
Colaborador
Esteban Pérez Déniz
Promotor
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria
Constructor
Construcciones Quisalba SL

Memoria

En la séptima clase de literatura impartida en 1980 en la Universidad de Berkeley, el escritor argentino Julio Cortázar afirmaba, sobre su novela Rayuela, que presentaba tres niveles de trabajo: el primer nivel, “metafísico”, referido a “los problemas de la naturaleza humana, del destino humano, del sentido de la vida… del campo específico de la filosofía…”; el segundo nivel, “semántico”, “el de la expresión, el del lenguaje… el de la escritura”; y el tercer nivel, el “lector anónimo”, un “destinatario que está del otro lado del puente”. Para presentar la arquitectura del Centro Cultural Pepe Dámaso recurriremos también a estos tres niveles:

Primera parte: La idea

Lo conceptual: un espacio para la participación en el barrio de La Isleta.

En el año 2008 comenzamos un proyecto de investigación denominado ”La Isleta Participa” en el que, entre otras cosas, detectamos la ausencia de espacios para la participación en el barrio. En aquel momento, las reuniones vecinales se hacían en salones parroquiales. Aprovechando por un lado el impulso que el gobierno del alcalde Jerónimo Saavedra dio a la participación ciudadana, y por otra parte la oportunidad de inversión pública que, en medio de la crisis económica, representaron el Plan FEILE y el Plan E (también conocidos como Planes Zapatero), en el año 2009 conseguimos que se aprobará una partida económica para la construcción de este Centro Cultural.

La propuesta era ubicarlo en un espacio público de uso educativo, concretamente sobre un antiguo terrero de lucha, que en los años 1970 había servido también como lugar para asambleas estudiantiles. Este espacio parecía muy apropiado para impulsar una nueva forma de lucha: la participación ciudadana. Así, en el año 2009 le planteamos al arquitecto designado por el Ayuntamiento para la realización del proyecto la importancia de que este edificio se convirtiera en un referente para la participación y la creación cultural en este barrio tan singular de la ciudad de Las Palmas.

Conceptualmente el edificio, aún teniendo una autonomía formal, adopta en su programa un carácter dependiente (híbrido o subordinado) de los edificios y espacios que lo rodean: un centro de enseñanza primaria, la Universidad Popular o la Escuela Municipal de Música,. Incluso programáticamente es interesante señalar que, siendo un centro cultural, no dependa administrativamente del área de cultura sino del área de participación ciudadana del ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.

Segunda parte: Proyecto y obra

Lo semántico: el lenguaje de la arquitectura

En primer lugar nos encontramos dentro de una trama de viviendas entre medianeras donde la calle es el espacio público más importante. Frente al predominio de fachadas residenciales, el edificio posee una marcada imagen pública con personalidad propia. La volumetría de la fachada es la tarjeta de visita del edificio.

El Centro Cultural Pepe Dámaso tiene tres plantas sobre rasante y una bajo rasante. Se encuentra ubicado en una parcela entre medianeras, entre un edificio residencial y el Centro Educativo León y Castillo. La planta baja tiene el espacio de acceso, los baños y una sala de uso compartido con los alumnos de infantil del Colegio, teniendo esta un acceso directo a sus canchas. En la planta sótano se encuentra la sala de exposiciones con algunos espacios de almacenaje. En la primera planta se encuentra la sala de debate o Tagoror. Finalmente en la segunda planta se ubica el cuadrilátero que conforma la azotea, contando también con un acceso a la sede de la Universidad Popular Juan Rodríguez Doreste, permitiendo así la accesibilidad.

Las plantas cuadradas contienen espacios fluidos e interconectados. Se prescinde de oficinas o espacios de estancia que puedan ser ocupados permanentemente, apostando por el contrario por espacios multifuncionales de uso temporal, que ocupan las tres plantas (sótano, planta baja y primera). Todo esto refuerza la idea de edificio dependiente de lo que sucede a su alrededor. Tal vez sea la sala central de la primera planta (como si se tratara de un teseracto) la que mejor representa el carácter participativo del edificio, mientras que la sala sótano sea la que más invita a la creatividad.

La luz tiene una importante presencia en todo el edificio. La mayor parte procede del cuadrilátero de la azotea que funciona como un faro invertido, que capta y distribuye la luz a las dos salas antes mencionadas, ubicadas en las plantas sótano y primera. Destacamos también el espacio de tres alturas de la entrada donde se ubican los núcleos de comunicaciones y que resuelve el encuentro con el edificio contiguo a través del patio.

Por último es importante reseñar cómo el edificio contribuyó a dotar de un espacio cultural al barrio de La Isleta en el momento en el que España pasaba por la peor crisis económica de su historia reciente. El Centro Cultural Pepe Dámaso fue uno de los edificios con mejor relación calidad-precio-satisfacción de los construidos en Las Palmas de Gran Canaria en aquellos planes nacionales de inversiones.

Tercera parte: El uso

La participación: “el arquitecto vuelve a la escena del crimen”

Pero donde creemos que reside el verdadero valor de este edificio es en su uso. Una escultora que estaba impartiendo un curso en el sótano del Centro Cultural nos comentó: “Lo que más me interesa de este edificio es el carácter ambiguo de sus espacios” y se explicaba: “al entrar aquí el espacio no te predispone a hacer esto o aquello” “posee un carácter neutro muy interesante para la creación”.

En este edificio “ambiguo” es dónde los niños de infantil del colegio hacen gimnasia, se reúnen diferentes colectivos vecinales, se celebran las Juntas de Distrito, se realizan ensayos de teatro, conciertos musicales, exposiciones, talleres, cursos, meriendas, etc. Aquí se han puesto urnas para celebrar un referéndum, se han rodado anuncios, se han celebrado eventos varios, mítines, encuentros. No sería posible con un programa de usos, anticiparnos a la cantidad de cosas diferentes que alberga este centro. Precisamente en su libro Architecture Depend, el teórico Jeremy Till nos traslada ese carácter dependiente de la arquitectura que le impide prefigurar los usos que se deben albergar en el espacio. En estos últimos años hemos asistido a un desfile de perfiles técnicos, profesionales, artísticos, que han visto en estos espacios los lugares donde desarrollar actividades, a cual más insólita.

Lo que originalmente se planteó como un edificio para la participación ciudadana, más relacionada con el debate y la palabra, se ha convertido en un lugar para la participación del barrio en todas sus dimensiones. Esto nos invita a reflexionar sobre la necesidad de recuperar ese carácter ambiguo de los espacios, que sin duda poseía la arquitectura hasta el siglo XIX. También nos da pie para reivindicar que cada barrio disponga de un tagoror del siglo XXI, que contenga estos espacios propicios para dicha participación.

«Como en los cuentos, se trata de entrar en una cripta y es preciso conocer la contraseña para abrirla. Todas estas cuestiones son irrelevantes cuando la lengua materna y la de cultura coinciden. Cuando no es así, la lengua de cultura puede ser una catedral edificada sobre una cripta inaccesible.» (Joan Margarit, prólogo de Estació de França, Hiperion, Madrid, 1999)

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