Rehabilitación de casa cueva en el Barranco de Guayedra, Agaete

Ubicación
Guayedra de Abajo. Barranco de Guayedra. 35489 Agaete
Año de terminación
2016
Superficie total construida
78,50 m2

Agentes:

Arquitecto
Manuel Moreno Santana
Interiorista
Leonalemán
Project Manager
Leonalemán
Constructor
Hergadén SL
Promotor
Costa Tamadaba SLU

Memoria

Nos encargaron rehabilitar una cueva emplazada en Guayedra de abajo, en el barranco de Guayedra, Agaete. Era una cueva excavada por el hombre, un espacio subterráneo con cinco estancias comunicadas por una galería central. Solo la galería y una de las estancias estaban ventiladas e iluminaban desde el exterior, donde había restos de una antigua cocina y baño adosados a la ladera.

La hemos rehabilitado para turismo rural. Reconstruimos cocina y baño en su posición original y destinamos la estancia abierta al exterior como sala comunicada con la cocina. Mantenemos la entrada de luz y ventilación natural por este espacio principal de la cueva. De las cinco estancias nos quedan cuatro, una pequeña para la lectura, otra para vestidor y las otras para dos dormitorios dobles.

El espacio es mágico, porque allí se reúnen todos los grandes protagonistas de la naturaleza del lugar, tierra, aire, luz y mar. No necesitábamos más herramientas que aquellas que potenciaran estos valores. Todo lo demás está pero apenas se ve. La ejecución de la obra fue una lucha constante con una montaña que no se dejaba domesticar. La cueva empezaba a hablarnos cuando la tocábamos, como quien despierta de un largo letargo, notábamos que no éramos muy bien recibidos.

Una de las grandes dificultades de la obra fue ejecutar e integrar los refuerzos estructurales en la naturaleza de la montaña. Se nos mostraba muy exigente y los espacios interiores eran muy pequeños para el acceso de maquinaria y la manipulación de medios materiales. Finalmente lo conseguimos a base de persistencia, tesón, y sobre todo respeto por el medio, reforzando donde fue necesario pero siempre en sintonía con las lógicas de su estructura natural.

Pero las paredes se desgranaban al roce, y el segundo gran reto fue encontrar una solución para consolidarlas a la abrasión superficial, y que a la vez respetase las cualidades de habitabilidad que proporciona la cueva. Siguiendo con el mismo lenguaje, recurrimos a un clásico, la cal, en un tratamiento de varias capas reforzadas con grafeno. La cal es ecológica, transpirable y antiséptica, y el grafeno le aporta un extra de dureza, resistencia y flexibilidad.

La cueva tiene dos amplios dormitorios dobles. Conscientes que estar bajo tierra puede crear sensación de sofoco en espacios llenos, buscábamos recursos que aportaran luz, aire, limpieza visual y amplitud. Los paramentos son el mayor activo de la cueva. Transpiran, autorregulan la temperatura interior y absorben el ruido, por lo tanto los dejamos desnudos. No hay armarios sino hornacinas acondicionadas para las pertenencias de los usuarios, y en los casos que han sido necesarios refuerzos con paredes, la iluminación es indirecta por reflexión hacia la bóveda.

Aunque reforzado con el tratamiento de cal, el acondicionamiento térmico lo aportaba la naturaleza, no así la salubridad. Quisimos mejorar la renovación de aire en las estancias más interiores. La entrada de aire es natural mediante celosías en los huecos, pero había que sacarlo para que se produjese su renovación. Instalamos el ventilador más silencioso, aún así su funcionamiento se ha programado para momentos en los que normalmente la cueva está vacía. Quisimos que el conducto de ventilación fuese visto, nos gustaba la idea de un tubo de acero inoxidable recorriendo todo el espacio porque refuerza la idea de penetración en la montaña que va implícita en la cueva.

Los espacios de paso también son amplios, y la cal de los paramentos multiplica la poca luz natural. Las alturas de las bóvedas son diferentes, y el nivel del suelo también lo era. Tuvimos que regularizar el nivel del suelo desmontando o rellenando según zonas. Lo interesante de esta operación fue ver el resultado de introducir un plano en un entorno orgánico lo cual se refleja sobre todo la línea de encuentro de los paramentos irregulares de la cueva con ese plano del pavimento continuo de hormigón.

Los pocos muebles que hay son exentos, salvo en zonas de pared de obra. Apenas hemos introducido muebles, aunque sus funciones básicas están garantizadas con soluciones simples en pino y acero, en la mayoría de los casos integrándolas en las hornacinas de tierra que ya había en la cueva, como en huecos que dejamos donde mandaba introducir paredes de obra. Estas paredes sólo se diferencian de las naturales en su textura pero no en el material. Su acabado es en pintura de cal.

Siguiendo la lógica de salubridad de las habitaciones trogloditas, los cuartos húmedos están fuera, en el caso del baño hay que salir de la cueva para entrar en él. En los dos metros que lo separan parece que el espacio exterior entra en la casa. Las vistas al mar desde la ducha no se esperan. Todo ello te recuerda que estás conviviendo en un espacio en mutuo acuerdo con la naturaleza.

Importando el modelo tradicional de la cocina rural, integramos la encimera en un hueco que reinterpretamos como hornacina en una de las paredes maestras. El mobiliario es muy neutro, de mdf lacado en alto brillo blanco y silestone en peto-encimera.

También en fachada, la cocina comparte espacio con la estancia principal, por lo tanto este espacio tiene parte bajo tierra y parte cubierta con estructura de madera. La gran abertura original de la montaña ahora comunica ambas partes, y reproducimos la anterior en la fachada de la cocina para mantener la misma visión del mar que tuvo siempre.

Otro de los retos fue solucionar el encuentro entre los cuerpos de fachada con la montaña. También en este caso, concepto y técnica fueron indisociables. El corte de la ladera nos pedía contención y permeabilidad al mismo tiempo, resultando interesantes espacios de transición dentro-fuera que refuerzan la relación del espacio habitable con la naturaleza.

Llega la noche y la montaña arroja luz a la explanada exterior a través de los huecos de una fachada de piedra que no tiene otra intención que mimetizarse con la montaña. Nos bastaba con esta luz para iluminar el espacio exterior y contemplar mejor las estrellas. No quisimos luminarias, tampoco en el interior, sólo luz, que fuera eficiente energéticamente y que no viniera de los techos, sino que éstos fueran iluminados de forma indirecta. En las paredes las fuentes son simples globos led desnudos de rosca y en alguna hornacina, lamparitas a 4€ de una conocida marca comercial.

Una iluminación rasante nos conduce por la galería al dormitorio principal. El cliente nos pidió una puerta, y tenía razón. El reto era cerrar el dormitorio sin levantar una pared con un marco de madera, porque nos impusimos no romper el contorno de la bóveda. El marco toca las paredes en solo dos puntos y al suelo en otros dos. Pocos anclajes pero suficientes según fuera su diseño. Los espacios entre el pasillo abovedado y el marco de la puerta son invisibles porque los resolvimos con espejos.

En el interior de la cueva el ruido y el consumo energético son casi cero. Hemos querido introducir materiales amables con la naturaleza sin diferenciar entre arquitectura e interiorismo, concibiendo ambos como una única herramienta.

“Lo difícil es lograr una imagen invisible” (Salcedo,D., 2017). Hemos intervenido empleando el diseño como una sola herramienta creativa global, con el convencimiento de que así haríamos menos ruido todavía.

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